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Lost, esperado y evitable

Imagine que alguien le invita a una comida maravillosa. Y no en un lugar cualquiera, sino que tiene lugar en algún espacio mítico, espectacular. Pongamos que se trata de un menú exclusivo creado por Ferrán Adriá y servido en una villa en la orilla de algún mar especialmente azul. Vendría al pelo que fuese en Hawai. Una terraza con mesas de mármol, brisa marina, viandas exquisitas. Mariscos gallegos. Rioja de reserva. Y entonces, a los postres, le sirven un ‘bollycao’ y, además, de marca blanca.

Y así ha sido el final de ‘Lost’. Después de seis temporadas llenas de sorpresas y tramas complicadas, de personajes extraordinarios, de giros de guión de aplaudir a la pantalla…te tiran a la cara ese final tan poco original. A las ocho de la mañana, según iba acercándose el final del final, no podía dar crédito. ¿Cómo es posible que unos artistas tan imaginativos como para haber creado una serie mitológica simplifiquen de tal forma una trama de culto? ¿Todo se limita a ese ojo cerrándose? No comentaré más para no dañar a quienes no lo han visto…pero el asunto es grave.

Aristóteles, en su ‘Poética’, dice que los finales de las obras dramáticas tienen que ser «inesperados e inevitables». En cierta forma, ese es el canon que diferencia una obra de arte de una patochada. El último fotograma de ‘Lost’ es esperado y evitable. Esperado, porque desde la primera temporada era una de las posibles explicaciones que se había dado a la historia de la isla y de los supervivientes del Oceanic 815. Hace seis años, ya se venía venir.

Evitable, porque había suficientes historias cruzadas como para buscar un argumento que ponga el cierre a la serie sin recurrir a una salida que muchos escolares emplean en sus redacciones. Es una estafa.

Aquí les dejo el final de ‘The Wire’. Como creo que esta serie se come por los pies a ‘Lost’, la considero un ejemplo. Este final me emocionó. Tiene además, un punto de ajuste de cuentas con los distintos personajes de la trama y también con la propia biografía del creador: David Simon. En una reciente entrevista, Simon aseguró que el periodismo actual en Estados Unidos era un oficio de «usureros y de putas». El mismo dejó la profesión para crear una serie de televisión irrepetible en la que volcó todo lo que había aprendido como simple redactor de sucesos. El capítulo final de ‘The Wire’, dedicado precisamente a los medios de comunicación, es la broma más pesada que se puede hacer sobre este oficio. Y la música es maravillosa.

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lost, the, wire

Por Óscar Beltrán de Otalora

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