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Oskar Belategui

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Raúl Arévalo, de Móstoles a la gloria

El actor es favorito en los Goya con ‘Tarde para la ira, una película “nacida desde las tripas”

A los once años, Raúl Arévalo rodó un cortometraje titulado “Superagente 000”, que debe andar perdido en casa de sus padres. “La actriz era mi hermana, que hoy es la jefa de sonido de mi película. También salía mi primo y un vecino. Metía efectos especiales a la virulé, con ketchup haciendo de sangre…”. El actor recuerda las primeras películas que vio en el cine: “ET”, “Conan el Bárbaro”, “Cocodrilo Dundee”… El socio número 131 del videoclub Iris de Móstoles, fan de Bruce Lee, rodaba cortos gore en el instituto. También llevaba una cámara cuando estudiaba Interpretación en la escuela de Cristina Rota tras aguantar un año en la carrera de Historia. “Solo terminé aquel primer corto, el resto se frustaron”, cuenta. “Empecé a trabajar como actor y ya no tuve tiempo para nada más. Se me fue creando una bola cada vez más grande por esa necesidad de dirigir”.

A los 37 años, Arévalo se ha sacado con creces esa espinita clavada. Su ópera prima, “Tarde para la ira”, arrasó en los Premios Forqué que conceden los productores y en los Feroz de la crítica. El próximo 4 de febrero se sabe favorito para los Goya, donde el runrún predice que se impondrá a “Un monstruo viene a verme” (12 nominaciones) y a “El hombre de las mil caras”, con la que empata en número de candidaturas: 11. “Todavía estoy encajando lo de ser favorito”, reconoce. “Hasta ahora no había sido consciente de ello. Hará que tenga más nervios pero que disfrute más de la gala. Como luego todo es tan subjetivo… Ganar el Goya no significa que seas mejor ni peor que los otros”.
“Tarde para la ira” parte con ventaja no solo por los premios recibidos; la mayor parte de los votantes de la Academia son actores, y Arévalo ha logrado nominaciones para cinco de sus intérpretes. “Soy actor y empatizo con sus necesidades. Intento respetar su trabajo y su espacio. Al haber elegido a todo el reparto y ser amigos míos, todo es más fácil. Por ejemplo, conozco cada mirada y cada tic de Antonio de la Torre. Así es más fácil pedirle lo que quiero”.
“Tarde para la ira” cuenta la historia de una venganza. La que lleva a cabo la víctima de un atraco en una joyería que salió mal y que espera durante años a que el ladrón salga de la cárcel. Una historia “nacida de las tripas”, que Arévalo ha tardado ocho años en sacar adelante. “Me nace de una necesidad, de algo pasional, que no tiene que ver con lo racional de pensar una historia. Necesitaba dar mi punto de vista sobre la violencia inherente al ser humano, una violencia cruda y descarnada que huye de la parte más efectista del cine”. A muchos sorprendió que Arévalo, ganador del Goya como actor de reparto por “Gordos”, se atreviera con un relato tan sórdido y crudo. “Supongo que tiene que ver con el momento en el que empecé a escribir el guion”, apunta. “En ciertas épocas de la vida tiendes a sacar más la parte mala para después sacar la luminosa, que es lo que me gustaría ahora”.

“Tarde para la ira” está ambientada en una España suburbial que su director conoce bien, con bares de partida de mus y serrín en el suelo, primeras comuniones a los sones de una rumba, moteles cutres y gimnasios peligrosos. También hay una fuga a un pueblo castellano azotado por la solana, Martín Muñoz de las Posadas, en el que Arévalo pasó todos sus veranos. La casa que sale en la película es la de su abuela, la misma en la que rodó aquel corto de chaval. “Llevé a mi terreno los escenarios y retraté los sitios y la gente con la que me he criado. Cuando vemos una película coreana que está bien contada y habla de seres humanos su mensaje local se vuelve universal. Es lo que hace que Almodóvar sea el director español más conocido y valorado en el mundo”.
El perfil de Arévalo en Twitter luce la frase de un filósofo japonés: “Por amor a la memoria llevo sobre mi cara la cara de mis padres”. Con su aire a un joven Sean Penn, el actor explica el porqué. “Las cosas que me ponen nervioso de mi padre son las que cada vez hago más”. En su formación considera igual de importantes la escuela de Interpretación y el Krug, la cervecería alemana que su familia regenta desde hace veinte años en Chamberí. “Cristina Rota siempre dice que un actor tiene que tener vivencias. Cada vez soy más consciente de ello. Trabajar en el bar de mis padres es una vivencia en sí que me ha aportado mucho”. En el Krug ha escuchado muchas veces comentarios despectivos hacia el cine español. “Odios y mierda enquistada que te lleva a pensar en las dos Españas… Gente que te dice que no va a ver una película española ni para atrás, pero que te pregunta si conoces a Paco León o Fernando Tejero para llevarle un autógrafo a su cría. ¡Coño, pero si son los mismos que en las películas!”.


Raúl Arévalo está orgulloso de “Tarde para la ira”. Se empeñó en rodarla en Super 16, un formato que obligaba a enviar cada día las latas a Rumanía para revelar el celuloide. “Cualquier otro productor que no fuera Beatriz Bodegas me hubiera mandado a la mierda”. En las tibias recaudaciones del filme tras su estreno el pasado septiembre (poco más de un millón de euros) tiene mucho que ver la escasa promoción que hizo TVE. “Cuando he protagonizado una película, mi tía me dice: “Esa película debe de ser muy buena, porque la anuncian mucho en la tele”. Agradezco a TVE que me haya ayudado a hacerla, pero creo que haría falta mucho más apoyo a la hora de promocionarla. Ha sido frustrante”.

Entrevista publicada en el diario EL CORREO el 29 de enero de 2017.

 

Por Oskar Belategui

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