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El libro de la chica

 

 

Me daba un poco de pereza La chica del grupo, la autobiografía de Kim Gordon, y tardé en ponerme a leerla. Soy relativamente fan de Sonic Youth y les he seguido de manera intermitente, con disfrute variable pero con una admiración duradera por su tendencia a explorar e incomodar, y aun así no tenía la impresión de que su historia sirviese como materia prima ideal para un volumen de memorias. Y, para colmo, el libro llegaba justo después de que Kim se divorciase de Thurston Moore tras un matrimonio de veintisiete años, en un desenlace agrio e inesperado que también puso fin a la banda: las reseñas, inevitablemente, se centraban en el morbillo cotilla de saber cómo había vivido Kim la traición de su marido, esa relación de Thurston con otra mujer que acabó desbaratándolo todo.

Y es verdad que la ruptura se convierte, cómo no, en uno de los ejes del libro, escrito desde la nueva vida que a Kim le ha llegado por sorpresa, pero lo que más me ha gustado e interesado no es eso. Tampoco el apartado estrictamente artístico, que a veces incurre de manera un poco cansina en eso que los anglosajones llaman namedropping, una monótona procesión de figurones más o menos ilustres con los que Kim ha colaborado, en su faceta de música o en la de creadora plástica. Para mí, lo valioso del libro es la manera en la que Kim Gordon, siempre tan dura y reservada, se aleja de su imagen clásica y de los estereotipos de las estrellas del rock: a lo mejor soy raro, pero me han encantado los capítulos iniciales, dedicados a sus padres y al hermano esquizofrénico que se dedicó a humillarla durante tantos años, y a lo largo de todo el libro brillan especialmente los pasajes en los que Kim desvela su asombro íntimo ante el paso rapidísimo del tiempo y los cambios de un mundo que siempre está convirtiéndose en otro. La mayoría de los roqueros no suelen acercarse siquiera a su capacidad de reflejar con palabras las cosas importantes de la vida. Y hablando de tiempo: a Kim, que tiene ya 63 años, le tocó estar en contacto con dos escenas que parecen separadas por un abismo: el hippismo californiano (y su estrepitosa decadencia) y la no wave neoyorquina, además de amadrinar más tarde el grunge.

Acabemos con dos porciones de trivia tonta que yo desconocía. A finales de los 70, Kim estuvo saliendo con Danny Elfman, que habría de convertirse en afamado compositor de bandas sonoras, y parece que recuerda con mucho afecto aquel noviazgo juvenil. Y me ha encantado enterarme de que el perro de Kim se llama Merzbow, en homenaje a este ruidoso caballero.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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