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Lo que cuenta Morrissey

Me vuelven loco los Smiths y, cuando era joven, dediqué horas y horas a memorizar sus letras, pero eso no significa que arda en deseos de leer las seiscientas y pico páginas de la autobiografía de Morrissey. Ya sabrán que la publicación ha suscitado cierta controversia en el Reino Unido, porque el hombre se ha empeñado en que aparezca dentro de la colección Penguin Classics, reservada hasta ahora a, bueno, clásicos. El caso es que esa pereza de afrontar el tocho, escrito además con las ínfulas literarias que pueden esperarse de Morrissey, es compatible con la curiosidad por ver lo que otros dicen que dice. Veo que cuenta que ganó medallas en atletismo cuando era chaval, que de adolescente tuvo una aparición casi imperceptible en la serie Coronation Street, que ya no admira tanto a Sandie Shaw como cuando grabó Hand In Glove, que la Policía le interrogó tras lanzar Margaret On The Guillotine y que una vez le intentaron secuestrar en Tijuana, no al estilo virtual de Delorean sino dentro de un coche.

Pero todo eso quedará oscurecido por la revelación de que no tuvo su primera relación seria hasta los treinta y tantos años, cuando se lio (odio que no esta palabra no lleve tilde) con Jake Owen Walters. Él lo dice de otra manera, claro: «Por primera vez en mi vida, el eterno ‘yo’ se vuelve ‘nosotros’». Según especifica el Guardian, Morrissey no aclara en ningún momento si fueron amantes al estilo convencional, pero sí habla de habitaciones compartidas, de su cabeza «sobre la tripa desnuda de Jake» y de Jake llevándole el té al baño. «Jake y yo ni buscábamos ni necesitábamos otra compañía», escribe. La verdad es que nunca he sentido mayor interés por saber si Morrissey es gay o hetero, porque sus letras de inadaptación y deseos frustrados son igualmente universales en cualquier caso, pero algunos llevan décadas discutiendo sobre ese detalle. Ah, se me olvidaba decir que, lógicamente, Morrissey también habla de los Smiths (en realidad, considerando al personaje, tal vez la puntualización no sea tan lógica). Dice: «El sonido de los Smiths despega con progresión meteórica: una batería como ráfagas de bombas, acordes explosivos, líneas de bajo combativas y, por encima de todo, yo soy libre como un halcón para pintar el lienzo como desee. Es un regalo de Jesucristo».

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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