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Gente extraña

El rock es una máquina portentosa de generar personajes. Claro, no es lo mismo trabajar en una caja de ahorros que ser guitarrista en un grupo: lo primero siempre obliga a rebajar un poco las aristas de la propia personalidad para encajar en el mismo molde que todos los demás, por mucho que se mantenga alguna excentricidad privada para seguir sintiéndose vivo, pero el rock como profesión estimula la rareza y convierte a jóvenes inadaptados en adultos marcianos. Lo pensaba ayer leyendo el número de septiembre de Uncut, una revista británica que siempre reserva la portada para alguna vaca sagrada -ya saben, artistas historiquísimos como Hendrix o los Beatles- pero que también hace gala de un marcado interés por los comportamientos bizarros y los excesos más desparramados.

No me resisto a resumirles los perfiles de algunos músicos que aparecen en este número y sus declaraciones más curiosas o incorrectas. El señor de la foto, Julian Cope (peculiaridad extramusical más destacada: su obsesión por el paganismo, que le lleva a disertar sobre dioses nórdicos y megalitos y a retratarse vestido de druida), habla sobre sus compañeros de antaño en el grupo The Teardrop Explodes: “No les perdonaría, pero, como persona con un enfoque vikingo de la vida, me encantaría poder pasar a los tres por el garrote y ejecutarlos sumariamente en algún cenagal danés en honor a Frigga o Freya”. El inquietante Genesis P-Orridge (peculiaridad extramusical más destacada: sus implantes mamarios) repasa su biografía en fotos: “En parte, es el ángulo de cámara lo que hace que mis pechos parezcan tan grandes, aunque están todavía hinchados por la cirugía. Enseñarlos es un truco deliberado por mi parte para mostrar al resto de la banda qué predecibles son los fotógrafos masculinos”. Nikki Sixx, bajista de Mötley Crüe (peculiaridad extramusical más destacada: sus drogas y sus mujeres, todo ello por vía genital), responde a una pregunta clásica en la revista: ¿cogerías un maletín con 500 millones de dólares si supieses que, al hacerlo, un chino se iba a caer de su bici en Pekín y se iba a matar? “Parece que podría ayudar a la gente si me llevase el maletín y gastase el dinero en caridad. ¿Tiene que ser chino? Si podemos hacer que sea un francés hijo de puta, cogeré el maletín. Me lo llevaré bailando”. Y, finalmente, el egregio Robert Wyatt (peculiaridad extramusical más destacada: se quedó parapléjico al caerse por una ventana, borracho, durante una fiesta) se explaya sobre su afición al tabaco: “La gente me pregunta cuánto fumo y yo respondo que tanto como me resulta posible. Si existiese un cigarrillo de una milla que pudiese sostener en la boca, me lo metería por la mañana y no lo sacaría hasta la noche”. Y, ya ven, todos ellos han hecho buena música en algún momento de sus extrañas vidas.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


septiembre 2007
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