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César Coca

Divergencias

Judith Jáuregui, en el teatro Campos de Bilbao

Los colores suaves del impresionismo impregnarán la sala del teatro Campos, el próximo domingo a las siete de la tarde. Judith Jáuregui se subirá a esa hora al escenario para dar forma a un programa musical exquisito y repleto de luz que camina por la senda que va de un primer y aún esbozado impresionismo hasta desembocar en el nacionalismo.

La pianista donostiarra faltará este año a la cita del Musika-Música a la que había acostumbrado a los aficionados. La razón es simple: el tema en torno al que gira el festival en esta edición –el barroco de Haendel y Bach– no entra en su repertorio. A cambio, volverá a Bilbao con un programa que incluye obras de sus dos últimos discos, con el añadido de unas piezas de Antón García-Abril.
El programa está integrado por los Valses poéticos de Granados, Jeux d’eaux à la Villa d’Este de Liszt, Estampes de Debussy, Tres piezas alejandrinas de García-Abril, Scènes d’enfants de Mompou y cuatro piezas de la Suite Española de Albéniz (Granada, Sevilla, Asturias y Aragón).
Las obras elegidas para su recital en el Campos han acompañado a Jáuregui durante los dos últimos años, desde que publicó Para Alicia, un disco en homenaje a Alicia de Larrocha, que incluía algunas de las piezas que la gran pianista catalana llevó por todo el mundo. Hace unos meses lanzó Aura, un álbum que profundiza en la creación pianística de la segunda parte del siglo XIX y los primeros años del XX. Esta música llena de color y aroma, ingenua a veces, apasionada otras, difícil siempre, se ha convertido así en la especialidad de esta intérprete que forma parte de la mejor generación de pianistas que ha habido nunca en este país.