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Cuestión de pelotas

Gloria de cristal

Un héroe se define por la gloria, dicen. Lo que tendríamos que preguntarnos es qué es la gloria, y más importante aún, de qué está hecha.

La gloria es como una jarra de cristal de Murano. Extremadamente difícil de crear, es necesario un artesano de una pericia especial para soplar un objeto de inusual belleza. Un profesional puede dedicar su vida entera para crear una sola pieza excepcional, algo que no pueda ser superado nunca. Es muy sencillo fallar en cualquier parte del proceso, destruir lo creado, tener que volver a empezar.

E incluso cuando se ha terminado, cuando la obra se coloca en una repisa, en el lugar exacto para que la luz incida de forma perfecta sobre ella, tan sólo hace falta un tropezón estúpido para que la jarra se tambalee y se haga añicos contra el suelo.

Cuando pienso en los chavales de la Selección, en su esfuerzo titánico y continuado a lo largo de todos estos años (contamos cinco desde que ganaron la Eurocopa, pero han hecho falta alguno más para ese primer hito), y pienso en la derrota que sufrieron el domingo ante Brasil, lo único que se me ocurre es lo profundamente injustos que podemos llegar a ser los espectadores, los periodistas, incluso los compañeros (Ese canterano riéndose de Iker Casillas en su cuenta de Twitter).

Siguiendo con el símil de la jarra de cristal, no es demasiado complicado deducir cuál es el lugar del artesano creando con inusual pericia algo insustituible y cuál es el papel del idiota que tropieza y se lleva todo por delante. Los medios y el público estamos tan deseosos de crear héroes, de tener triunfos, de vender periódicos, de olvidar las penas, que somos los torpes visitantes de esa jarra maravillosa que nunca va a repetirse. Estar en Twitter el domingo por la noche y el lunes por la mañana, leer los chistes malos e hirientes sobre Arbeloa y Ramos, sobre Casillas e incluso Del Bosque, me hizo reflexionar sobre la pobreza de nuestra afición y sobre la ínfima calidad de nuestro periodismo. Porque he escuchado muchas veces decir “Somos campeones del mundo”, pero muy pocas “hemos perdido”.

Y la primera persona del plural, ya que se usa mal cuando se gana, no debería de olvidarse cuando se pierde.

Un héroe se define por la gloria, dicen. Lo que tendríamos que preguntarnos es qué es la gloria, y más importante aún, de qué está hecha.

La gloria es como una jarra de cristal de Murano. Extremadamente difícil de crear, es necesario un artesano de una pericia especiall para soplar un objeto de inusual belleza. Un profesional puede dedicar su vida entera para crear una sola pieza excepcional, algo que no pueda ser superado nunca. Es muy sencillo fallar en cualquier parte del proceso, destruir lo creado, tener que volver a empezar.

E incluso cuando se ha terminado, cuando la obra se coloca en una repisa, en el lugar exacto para que la luz incida de forma perfecta sobre ella, tan sólo hace falta un tropezón estúpido para que la jarra se tambalee y se haga añicos contra el suelo.

Cuando pienso en los chavales de la Selección, en su esfuerzo titánico y continuado a lo largo de todos estos años (contamos cinco desde que ganaron la Eurocopa, pero han hecho falta alguno más para ese primer hito), y pienso en la derrota que sufrieron el domingo ante Brasil, lo único que se me ocurre es lo profundamente injustos que podemos llegar a ser los espectadores, los periodistas, incluso los compañeros (Ese canterano riéndose de Iker Casillas en su cuenta de Twitter).

Siguiendo con el símil de la jarra de cristal, no es demasiado complicado deducir cuál es el lugar del artesano creando con inusual pericia algo insustituible y cuál es el papel del idiota que tropieza y se lleva todo por delante. Los medios y el público estamos tan deseosos de crear héroes, de tener triunfos, de vender periódicos, de olvidar las penas, que somos los torpes visitantes de esa jarra maravillosa que nunca va a repetirse. Estar en Twitter el domingo por la noche y el lunes por la mañana, leer los chistes malos e hirientes sobre Arbeloa y Ramos, sobre Casillas e incluso Del Bosque, me hizo reflexionar sobre la pobreza de nuestra afición y sobre la ínfima calidad de nuestro periodismo. Porque he escuchado muchas veces decir “Somos campeones del mundo”, pero muy pocas “hemos perdido”.

Y la primera persona del plural, ya que se usa mal cuando se gana, no debería de olvidarse cuando se pierde.

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